miércoles, 4 de julio de 2012

La Esperanza

La precariedad social va normalmente de la mano con la carencia de una vivienda digna. Se podría decir que pobreza es cuasi sinónimo de ausencia de habitabilidad mínima, y ésta ha acompañado al hombre al menos desde que se establecieron los primeros asentamientos en forma de poblaciones organizadas y con carácter de ciudad, por pequeños que fueran. Para un poblador pobre cualquier implemento es siempre apropiado si se trata de confeccionar un hábitat donde refugiarse, así echa mano de cacharros, desperdicios, voluntad e ingenio, pero sobre todo echa mano de esperanza.

Se dice que ‘la Esperanza es lo último que muere’, por eso se resiste tanto a morir. Por eso la resistencia de Martin Luther King a ver humillados sistemáticamente a los suyos. Y la de Nelson Mandela a no rendirse ante los nubarrones que en su momento le asediaban. Y muy en particular, la esperanza de Oscar Romero de ver el día en que salvadoreños opresores y oprimidos se abrazaran como hermanos. Hay quien dice que se requiere estar hecho con una pasta especial para aguantar hasta tanto. Pero es lo que tiene la Esperanza —con mayúsculas—: que al que la ejerce se le robustecen ciertos músculos invisibles que nunca imaginó que poseía, y su práctica constante le conduce a alturas insospechadas. Cuentan que un día comentó Gandhi, ante la pregunta de cómo había podido llegar tan lejos con su movimiento social, que si hubiera sido consciente en un principio de todo lo que tendría que atravesar hubiera sido incapaz de dar el primer paso.

A aguantar se aprende, y es necesario poner en práctica cotidiana tanto resistencia como tolerancia en cualquier campo. Al final, tener esperanza se traduce en sonrisas sinceras a pesar de los pesares. ¿No habéis notado cómo son mucho más agradables las sonrisas de los pobres que las de los ricos? La vida digna requiere ciertos mínimos, uno de los cuales es el hábitat en condiciones adecuadas. Generalmente, cuando aún no se posee lo que sí se tiene es la esperanza permanente de llegar a contar con él, y una de las manifestaciones que proporciona la esperanza es esa sonrisa confiada e iluminada por un futuro mejor.

lunes, 5 de marzo de 2012

El diagnóstico en la enseñanza de proyectos de arquitectura

El ejercicio de la arquitectura —la creación de los proyectos que se convierten luego en edificaciones— ha entrado de lleno, a partir de depurados procesos industriales y comerciales, en un ambiente mercantil donde su comportamiento es igual al de una multitud de otros satisfactores más, algunos de ellos indispensables y algunos otros más bien superfluos. Es innegable que al día de hoy tanto su venta como sus beneficios, pasando por su imagen y mercadotecnia, son los factores dominantes que la hacen posible. Particularmente, asuntos como la factibilidad económica y el retorno de inversión son una marcada influencia en cualquier parte del mundo desarrollado para que se produzcan ejemplares arquitectónicos que respondan a las exigencias de su momento histórico.

Sin embargo, la definición de “problema arquitectónico” difiere conceptualmente de las condiciones de ese ambiente comercial donde se mueve la arquitectura de hoy. Un problema arquitectónico es la necesidad de un habitante o grupo de habitantes de ver satisfecho el hábitat donde desarrollar actividades inherentes a su desarrollo humano, llámense actividades cotidianas vitales (casa), trabajo o gestiones laborales (oficinas, comercios), actividades culturales y sociales (escuelas, bibliotecas, etc.), recreación y ocio (teatros, centros de entretenimiento), salud (clínicas, hospitales, etc.), de transporte (estaciones de tren y metro, aeropuertos), turismo (hoteles), etc. Y aunque no se puede negar la estrecha relación entre estos edificios con la estructura económica de la sociedad, la diferencia está en que, como se ha puntualizado arriba, se trata aquí de las necesidades de habitación propias del ser humano —la habitabilidad— y no sólo de las fuerzas de los mercados y/o intereses creados.

Para los estudiantes de arquitectura de hoy, el destino cuando lleguen a ser profesionales es encontrarse capacitados para diseñar eficientemente edificios que a su vez sean eficientes y convenientes, dentro de un entorno de competencia si no ya entre arquitectos, sí entre promotores de inmuebles e inversionistas que son quienes al final consiguen la posibilidad de colocar los proyectos. Entonces, los estudiantes miran más por la demanda de “la sociedad” en términos de consumo, lo cual, además de no siempre resultar un reflejo de la realidad, diluye el perfil real de los verdaderos usuarios y beneficiarios de los edificios. Es el equivalente a un estudiante de medicina que se moviera de acuerdo a las tendencias marcadas por los mensajes mediáticos respecto a las características anatómicas deseables del individuo que está de moda; por ejemplo la silueta del cuerpo, la forma de la nariz, el vello en determinadas partes del cuerpo, etc., y dejara de lado los padecimientos reales de salud, que nunca faltan.

En el caso de la medicina moderna, afortunadamente, es el diagnóstico lo que ha marcado su razón de ser. Todo se mueve a partir de un estudio serio de las condiciones patológicas de un problema médico y las soluciones que aparecen lo hacen siempre alrededor de ese diagnóstico. En ocasiones las circunstancias son confusas y el diagnóstico tiene que modificarse de acuerdo a determinados factores cambiantes, pero lo que prevalece es la idea de fijar una identificación clara del problema, un diagnóstico confiable.

Sería muy adecuado que en arquitectura también se hablara seriamente del diagnóstico. De la identificación de problemas reales y concretos en sus adecuadas dimensiones. De la existencia de muchos casos que se quedan sin resolver por aparente falta de necesidad o apremio, mientras se discuten y consumen cantidades ingentes de recursos humanos y materiales en planteamientos superfluos o especulativos, tanto de iniciativa y financiamiento público como privado.

Sería muy bueno que los estudiantes de arquitectura conocieran de cerca la realidad del usuario de espacios arquitectónicos y sus condiciones (habitabilidad) y no sólo las condiciones de los mercados, las tendencias de moda, las innovaciones estéticas y de vanguardia, la alta tecnología, la arquitectura de autor, las estrategias políticas, la industria de la construcción, la promoción inmobiliaria, la colocación de créditos hipotecarios, etc. No se niega la existencia de estos últimos, pero el verdadero ejercicio profesional del arquitecto, la actividad vocacional con sentido humano, vienen más bien de conocer al destinatario de los proyectos. En definitiva, optar por introducir un verdadero diagnóstico en los estudios universitarios de arquitectura es abrir el camino para que los estudiantes encuentren su lugar de una forma más firme en la práctica verdaderamente ética de su profesión.

martes, 7 de junio de 2011

Hacia nuevos esquemas de inmigración


La actual y creciente presión por parte de los cuantiosos migrantes que desde lugares de origen conflictivos, o simplemente en busca de oportunidades de subsistencia, nos inducen a los profesionales del diseño arquitectónico y urbano, a plantear soluciones de movilidad y acomodo territorial a partir de cambios drásticos en la organización poblacional existente.

Desde una percepción basada en las actuales estructuras políticas, la presente propuesta perecerá un flagrante atentado a la soberanía de las naciones europeas, tal y como las conocemos hoy en día.

Antes de proceder, es importante recordar que muchas de esas mismas naciones ejercieron, a su vez, como invasoras y colonizadoras de tierras lejanas y habitadas por personajes considerados inferiores –de acuerdo con las descripciones europeas de entonces–. Sin embargo, y haciendo uso de los postulados de justicia internacional emanados de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), hoy podemos afirmar que la soberanía de todos esos pueblos fue claramente violada por los invasores, aún cuando no era reconocida como tal en su momento, ni los juicios de valor emitidos entonces se apoyaran en las mismas ordenaciones que surgirían posteriormente.

Punto Primero: Las actuales nociones de derechos están íntimamente ligadas al principio de ciudadanía o nacionalidad. Se cuenta con derechos dentro de unos límites políticos reconocidos en la medida en que se cuente con una carta de nacionalidad.
. 1. En la Edad Media la sociedad se encerraba dentro de fuertes murallas protectoras. Dentro de ellas se agrupaban las familias dignas de hacer ciudad, y ser ciudadano significaba pertenecer a las clases acomodadas por nacimiento, como privilegio concedido por el azar del destino. El resto de la población, alojado en los alrededores de la muralla, dentro del bosque, no tenía acceso a las prerrogativas de los señores feudales, o ciudadanos.
. 2. Durante la Ilustración, las diferencias por razones nobiliarias fueron combatidas abiertamente para derrocar el azar del estatus por nacimiento hasta alcanzar los principios modernos de igualdad universal, pero siempre dentro de las fronteras nacionales. Fue entonces cuando las fronteras políticas de las naciones pasaron a convertirse en las modernas murallas feudales y, a pesar de inevitables diferencias clasistas en su interior, las declaraciones constitucionales se convirtieron en garantías para otorgar derechos y deberes al alcance de todos sus habitantes. En Europa esto se hizo evidente, en particular, a través de los conflictos armados de la primera parte del siglo XX, donde las fronteras nacionales eran indiscutibles.
. 3. Sin embargo, con la posterior integración de la Unión Europea, las barreras infranqueables se han trasladado al perímetro de esta gran zona, pasando a marcar la división entre los habitantes comunitarios y los habitantes externos. Externos y ajenos a los privilegios reservados para el viejo continente, lo que en los últimos años se ha recrudecido hasta generar lo que se conoce como la política del cerrojo. La situación actual, por tanto, no es muy distinta a la vivida en el Medioevo. Los privilegios que otorgaba un título nobiliario de entonces equivalen a los privilegios otorgados por un pasaporte o una carta de nacionalidad actual.

Punto Segundo: La creciente ola de protestas, pugnas y cambios en los países árabes que en poco tiempo han depuesto a tres vetustos presidentes y han hecho movilizarse a miles de pobladores de sus territorios, tratando de encontrar seguridad y futuro para sus familias, ha acelerado lo que en años recientes había venido siendo un goteo, aunque constante, de migraciones hacia la Europa continental. Situaciones distintas pero con similares resultados se viven en otras latitudes del planeta que provocan la movilidad de sus pobladores. En España, si bien con momentos más o menos intensos, la política que afronta la llegada de inmigrantes ilegales es permanente y con un nivel intenso de actividad durante todo el año. Y, sin embargo y dadas las circunstancias al día de hoy, ya no se trata de trámites y protocolos diplomáticos. Se trata de seres humanos desarraigados en busca de territorio, en busca de un rincón del planeta donde establecerse al que todos tenemos derecho, quienes han nacido dentro o fuera del mundo desarrollado. No es cuestión de ideologías, de deudas históricas ni revanchas, de dádivas ni contratos. Es cuestión de compromiso con los Derechos Fundamentales del Hombre para asegurar un mejor futuro global.

Punto Tercero: Está visto que la tendencia hacia la integración de los inmigrantes en la estructura actual de la moderna ciudad occidental ha resultado, en su generalidad, un fracaso. La incompatibilidad, conforme a lo visto hasta ahora, es un hecho. El resultado es una evidente estigmatización del inmigrante, y todo conflicto derivado de ello es leña para las posturas críticas que buscan denigrar su presencia dentro de la sociedad urbana. La no adaptación a las costumbres locales y sus dificultades de lengua y/o acomodo en el mercado laboral les ha empujado a recluirse en cuarterías urbanas sobrepobladas o en cinturones de miseria. Está claro que tanto para el ciudadano promedio como para el mismo inmigrante su presencia dentro de la vida citadina occidental es fastidiosa y, a pesar de ser tolerada por ambas partes, no deja de ser incómoda.

Punto Cuarto: Como una de las acciones factibles a tomar por Europa en su conjunto se contempla la definición de áreas específicas extra urbanas en diversos países en dónde ubicar a los inmigrantes provenientes de los lugares de conflicto y/o subdesarrollo. La Unión Europea, como depositaria del potencial de las naciones que representa, fungiría como ente financiera del establecimiento de los lugares en los países destinados para ello. En el caso de España, esos asentamientos, aún manteniéndose como territorio español, fungirían como espacios comunitarios bajo un esquema de comodato. Los conceptos políticos de muralla, cerrojo, puerta cerrada y otros, quedarán en el olvido, dando pie a nuevos esquemas de distribución política y libertad de movimientos transnacionales, donde prime la persona de los migrantes sobre su nacionalidad.

Punto Quinto: Los posibles esquemas de establecimiento poblacional deberán satisfacer tanto las conveniencias del país receptor como las capacidades y ventajas de los inmigrantes, dentro de un nuevo marco legal respecto al uso del territorio.
. 1. Uno de los fenómenos causados por la Revolución Industrial fue el movimiento de la población de los diversos medios rurales a las ciudades. Ese traslado ha sido lento pero permanente, llegando a superar en 2007 la población urbana a la rural a nivel mundial. En las ciudades de España vive actualmente casi un 70 % de su población total.
. 2. Lo anterior ha causado que muchos pueblos españoles se hayan visto muy disminuidos en población y muchos otros se encuentren en completo abandono. Estos últimos vivieron un proceso de gestación, crecimiento, madurez, y no pocos gozaron de la robustez y encanto del que algunos otros que hoy en día son florecientes centros urbanos. Algunos de estos pueblos abandonados incluso guardan restos pétreos del tiempo del Imperio Romano.
. 3. Los inmigrantes venidos de lugares en conflicto o con escasa oferta de subsistencia tienen relativa poca experiencia viviendo en ciudades desarrolladas. Son personas más bien afines al medio suburbano y rural. Por ese motivo, y como opción de acuerdo bilateral, pudiera encomendárseles el repueblo de algunos de estos sitios como aquel asentamiento donde establecer lo que daremos por llamar Distritos de Acogida y Asentamiento para Inmigrantes (DAAI), con la intención de revivirles y, por parte de los nuevos habitantes, auto mantenerse y cultivar su desarrollo cultural como comunidad amparada en el territorio español.
. 4. En la zona del norte de la provincia de Guadalajara, cerca de su frontera con la provincia de Soria, se localizan tres pueblos abandonados. Se trata de Querencia, Tobes y Torrecilla del Ducado. Se encuentran al norte de Sigüenza, al sur de Almazán y al oeste de Medinaceli. Por sus características geográficas y por las comunicaciones existentes, se proponen aquí como los primeros asentamientos para satisfacer los postulados de este proyecto bajo el estatus de Distritos de Acogida y Asentamiento para Inmigrantes.

Punto Sexto: A partir de lo bosquejado arriba, se plantearán las bases para el establecimiento de los DAAI y se esbozarán algunos principios de definición física y de funcionamiento para la recuperación de cada una de las poblaciones arriba mencionadas, a manera de ejemplo de lo que pudiera llegar a ser un programa global de recuperación de pueblos abandonados y de reorganización política de las fronteras para favorecer la inmigración, la acogida y el desarrollo de personas nacidas en el desamparo. Es necesario argüir que los planteamientos físicos deberán contener valores poéticos y culturales inherentes a los habitantes/usuarios de estos sitios, y que dichas soluciones serán aportaciones de arquitectura con una profunda dialogía subyacente, capaz de organizar su contemporaneidad.

viernes, 9 de abril de 2010

Hacia una aldea común socialmente sustentable


Las ciudades de hoy día son consecuencia directa de la rápida transformación producida por el sistema capitalista de libre mercado. Tiene derecho a una parcela, a un habitáculo, quien tenga capacidad de compra.
Las estructuras físicas de las ciudades, reflejo directo de sus estructuras sociales, son muy claras. Así lo definen los códigos legales que las autorizan: además de la propiedad privada existen aquellos espacios y vías públicas que pertenecen al estado, es decir, a la comunidad para su uso y beneficio colectivo. Pero existe también lo que se denominan “asentamientos irregulares”, áreas que son invadidas y habitadas por individuos a quienes no pertenecen mercantilmente, y pisos ocupados sin las debidas enajenaciones o contratos de alquiler.
Se tiene derecho a ocupar un espacio si se tiene papel moneda suficiente para sufragarlo.
Al nacer, una criatura tiene ante sí el reto de llegar a certificarse como “persona habitadora” en la medida en que adquiera las credenciales culturales suficientes como para poder comprar el espacio donde irá a vivir.
La raza humana habita el planeta conjuntamente y la competencia por el territorio ha provocado más encono y división que unión y fuerza conjunta. Sin embargo, está visto que pueden existir otras formas de interacción en el planeta. Para los aborígenes de Norteamérica la tierra no era motivo de insidias. El hombre pertenecía al entorno físico y no se concebía que el territorio pudiera acotarse y distribuirse como si se tratase de una tarta. La tierra, el río, las montañas, las nubes pertenecían todos a un orden natural, no a quien osara adueñárselos.
Las organizaciones sociales de un hormiguero o un panal de abejas nos hablan de las posibilidades de co-habitabilidad armónica posible y constructiva. Potenciadora de individuos que contando con un medio construido física y socialmente sustentable, y acorde con sus necesidades, facilite el desempeño de toda una comunidad en pro de su desarrollo.
Las dimensiones sociales de la cultura occidental actual merecen una profunda revisión en términos de una adecuación hacia estructuras sociales más sustentables, como organismos vivos que incluyan a toda una comunidad en su conjunto. Se hace necesario, por ello, que la supervivencia habitacional digna sea un hecho garantizado previo a los arrebatos que establecen los mercados, como el de cualquier bien comercial.
Entre otras coyunturas de principio de siglo, estamos ante la necesidad de reformar la aldea humana como un refugio con un mínimo asegurable de dónde partir. Hemos alcanzado umbrales donde se hace indispensable inventar aquellos recintos construidos capaces de albergar comunidades completas donde, como premisas mínimas, quepamos todos y las diferencias empiecen más allá de la habitabilidad.

La vivienda, patrimonio humano dentro de la sociedad


La necesidad de una vivienda digna está intrínsecamente ligada a la naturaleza del hombre desde que éste existe como tal, ya que sólo en ella puede socializarse y sentirse positivamente parte integradora del mundo en que vive. Por ello es cada vez más clara su justificación como uno más de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales establecidos por la ONU, para todos y universalmente reconocido. El derecho a la vivienda puede entenderse como un derecho derivado del derecho a la vida, pues etimológicamente vivienda no significa otra cosa que “lugar para vivir”, de ahí que el derecho a una vivienda digna pueda definirse como el derecho de toda persona a acceder a un hábitat en el que pueda desarrollar su vida habitual conforme a su dignidad personal. Por lo tanto, no cabe duda porqué el derecho a la vivienda es actualmente una preocupación primaria dentro de los derechos humanos en todo rincón del mundo.
No sólo en países en desarrollo, sino incluso en los más industrializados, hay grandes colectivos carentes de una vivienda frente a quienes, por especulación inmobiliaria disponen de varias de ellas. Eso permite distinguir entre dos categorías: las viviendas-estar, como propiedad-menester a las que alude el derecho a la vivienda, y las viviendas-haber que corresponden a lo que se designa como propiedad-riqueza. Es claro que el conflicto de intereses existente entre el sector inversionista y especulador y el amplio segmento demandante de lugares dignos para vivir no permite percibir soluciones sencillas ante el horizonte inmediato. En el fondo, se trata de un conflicto entre derechos patrimoniales y derechos fundamentales. Ese tipo de conflicto hace más difícil la asimilación del derecho a la vivienda como una realidad práctica.
Lo que está claro es que un problema como el de la carencia de vivienda digna es un problema que pertenece a la sociedad en su conjunto, y que su insatisfacción acarrea perjuicios con efecto dominó. Es un hecho que el crecimiento de los precios de alquileres, sumado a la falta de proyectos adecuados para la construcción de viviendas asequibles ha colocado a las viviendas decorosas fuera del alcance de las familias de bajos ingresos, obligándolas a vivir en barrios marginales o bien en “cuarterías”. Como es bien sabido, este fenómeno se agudiza en ciudades densamente pobladas. Hoy más que nunca, en un mundo donde la inmigración se ha generalizado, las diferencias sociales son muy claras: la cantidad de espacio urbano que uno controla es directamente proporcional al estatus que uno tiene y/o a sus ingresos. Por lo tanto, es evidente que el diferencial de espacio no está justificado en la actualidad en términos humanos, sino solamente en términos económicos. Pero, como se ha dicho, la justicia entendida como el respeto de la igualdad de los derechos y de las personas no entiende de diferencias económicas, y tarde o temprano termina por encontrar válvulas de escape. Es por ello la urgencia del caso.
Se hace necesaria la intervención colectiva de todas las partes involucradas en la satisfacción de los Derechos Humanos, y en particular del derecho a la vivienda, entendiendo que la felicidad política es una condición imprescindible para la felicidad personal, para lo cual se han de realizar los proyectos más íntimos, como el de ser felices, integrándolos en proyectos compartidos, como el de la justicia, pues para configurar un mundo mejor son indispensables la identidad y la solidaridad. Todo ello desde la búsqueda de la dignidad de la persona, que a su vez es factor imprescindible para su felicidad.
La diferencia en el hábitat humano, entre cómo se había venido concibiendo desde los inicios de la era moderna y la que se visualiza hoy en día, a partir de las problemáticas sociales contemporáneas, parte del cambio de concepto de la vivienda como bien patrimonial al de derecho a ella como Derecho Humano Fundamental. Cuando cada vez hay más sectores sociales excluidos al acceso a una vivienda y a los que el mercado no da respuesta, y cuando en el mercado libre cada vez pesan más los elementos patrimoniales y de bien de inversión que el de bien de residencia, se hace necesario plantear soluciones básicas de vivienda desde otras nuevas plataformas.
La ciudad es patrimonio de todos sus habitantes, y como cuerpo vivo, la dolencia de cualquiera de sus partes afecta por entero a todo el cuerpo. Por esa razón los problemas de vivienda de algunos cuantos terminan por involucrar a toda la población. No sólo por solidaridad con los menos favorecidos, sino también como estrategia de sostenibilidad, se hace indispensable atender el abastecimiento de vivienda digna para todos.